02 junio 2006

Mañana antes de ayer

Otra vez la prisa. Corre. Grita. Suda tu ilusión. Ya te estás volviendo frío, de tanto sedentarismo. Ni el sol calienta una espera desesperada. Un truco más, quizá, o no. No quieres esperar nada de quien nada te ha dado, claro. Ni siquiera le conoces, pero con eso es suficiente, tú ya sabes. No me la van a colar, porque yo quiero llevar el rumbo, ser dueño de mi elección, regatear a los horarios. Eso dices. Una y otra vez, un día tras otro, en un nuevo mes que ya lleva retraso de un día, y no toca cambiar el reloj todavía. El reloj es el que te oprime, realmente. El que te persigue en tus segundos de insomnio con el eco de sus segundos en la silenciosa habitación. El segundero, o tus latidos. Nunca ganaron ellos la partida. No lloras tu melancolía, ni siquiera cuando quieres. Ni eso puedes decidir. No te gusta este papel de calco que mancha tus días. Miras, perdido, los discursos vacíos que no te convencen. Has vivido demasiado poco para saber que eso lo sabes. Tu intuición no te falla.

Excepto hoy.

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