Tiempo de viajar, de historia vital, de experiencias en el asfalto extranjero. Tiempo de dar de sí, hablar desde dentro, abrir los sentidos y sentir la prevalencia del tacto sin prestarle atención (esta vez). Tiempo de dejar a los perros en la calle y entrar libre de cargas en la oficina, de excitante incertidumbre en las ventanas desconocidas.
Tiempo de recordar y hacer saber lo que muchos dudan: que a veces las historias nacen desde fuera.
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