19 mayo 2006

Luchar con la palabra

"Confieso que he vivido", de Pablo Neruda

La vida de muchas personas está determinada por una fenomenal combinación de oportunidad y talento. Desde niños o jóvenes, son ellos su propia historia fantástica, algo que tarde o temprano les llevará al éxito o a las portadas o a las bocas de la gente.

Pablo Neruda, poeta chileno, dedicó su vida a escribir y hacer de su escritura una herramienta de lucha política, como cuenta en su estupendo libro de memorias, Confieso que he vivido. Pronto se definió comunista, y a pesar de las decepciones que se pudo llevar al ver el giro erróneo que esta doctrina tomaba en manos de algunos dirigentes mundiales, nunca abandonó sus ideales a favor de los más desfavorecidos, que le idolatraban tanto en su país natal como en muchos lugares del resto del mundo. Murió comunista, apenas dos semanas después del golpe de estado de Pinochet, en su casa de Isla Negra, seguramente muy apenado de ver que el triunfo largamente esperado del pueblo una vez más era interrumpido por la violencia.

Neruda fue cónsul de su país desde muy joven, apenas pasados los veinte años, en lugares tan exóticos como Ceilán (hoy Sri Lanka) y Rangoon, la capital de Birmania. Cerca de ese país, en Camboya, y muchos años más tarde, el líder comunista Pol Pot realizaría una de las mayores "limpiezas étnicas" (que término más horrible) ocurridas en el sudeste asiático. Hoy nadie puede imaginar que a un chaval de veinte años se le confíe una delegación diplomática (seguramente le pedirán de 5 a 10 años de experiencia, jaja, además de dos carreras), pero en aquellos tiempos estos episodios románticos eran incluso comunes.

Viajar por el mundo le sirvió a Neruda para ser testigo de cambios políticos, culturas exóticas, opresión y guerra. Estuvo en la guerra civil española, marchándose antes de que fuera demasiado tarde. Desde París apoyó la emigración de españoles a Chile y Argentina. Pocos años más tarde, él mismo habría de exiliarse en este último país, cuando uno de los dictadores chilenos puso precio a su cabeza.

Entre tanta aventura, Neruda publicaba increíbles poemas que viajaban por las manos del mundo. La poesía le dio más fuerza que a algunos las armas, por eso era temido. En los países más diversos leían sus libros. Su activismo hizo que su escritura creciese (y viviese) aún más en el universo de tantas gentes y pueblos. Los últimos años de su vida los dedicó a servir al legítimo gobierno de Salvador Allende, hasta que éste fue derrocado por la muerte vestida de militar. Me cuesta creer que la gente muera de pena, pero en el caso de Pablo Neruda me parece tan poético como real.

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